Cuando, en desgracia con la fortuna y a los ojos de los hombres,
deploro solitario mi triste suerte,
y turbo con mis ayes inútiles a un cielo que no me escucha,
y me encaro conmigo mismo, maldiciendo mi hado,
deploro solitario mi triste suerte,
y turbo con mis ayes inútiles a un cielo que no me escucha,
y me encaro conmigo mismo, maldiciendo mi hado,
Con el deseo de ser semejante al más rico en esperanzas,
de tener un rostro como el suyo,
de poseer un talento de este y el campo de acción de aquél,
con lo cual me siento menos satisfecho que con aquello de que más gozo;
de tener un rostro como el suyo,
de poseer un talento de este y el campo de acción de aquél,
con lo cual me siento menos satisfecho que con aquello de que más gozo;
Entonces, en medio de estas ideas en que yo mismo casi me desprecio,
se me ocurre pensar felizmente en tí; y, acto seguido, mi condición, semejante a la
alondra que al despuntar el día alza su vuelo de la melancólica tierra,
se me ocurre pensar felizmente en tí; y, acto seguido, mi condición, semejante a la
alondra que al despuntar el día alza su vuelo de la melancólica tierra,
entona himnos a las puertas del Cielo.
Pues el recuerdo de tu dulce amor me brinda tales riquezas,
que desdeño trocar entonces mi estado con el de los reyes.
Pues el recuerdo de tu dulce amor me brinda tales riquezas,
que desdeño trocar entonces mi estado con el de los reyes.
William Shakespeare
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